viernes, 14 de febrero de 2014

Desamor lunero

Ayer me cruce con Pipo cuando fui a poner un poco de orden en la habitación de Pablo. Noté que estaba más callado de lo que es habitual en él y cuando fortuitamente nuestras miradas se cruzaron, sus ojos enrojecidos estallaron en llanto. Lloraba y lloraba desconsoladamente, ruidosamente, tantamente como sólo un hipopótamo entrado en carnes puede llorar. Alarmado me acerqué a él para que me contara que le sucedía.
-¿Te has peleado con Pablo?
-Nooooooo –jipio lastimero y profundo-
-¿Te ha vuelto a insultar el Señor Mancha?
-Nooooooo –jipio lastimero y profundo-
-¿Echas en falta las hiervas del patio de Pilar?
-Siiiiiiiiiiii, pero no es por eso por lo que me lamento......... Es mucho peor, es mucho más grave......
Y diciendo esto me abrazó, sus manitas de trapo apretaban mi cuello al tiempo que su hocico de peluche, húmedo de mucosidades del alma, rebozaba mis mejillas con lo que al rato comprobé no eran otra cosa que los residuos del desamor.
-Pipito, no llores y cuéntame que es lo que pasa......
Debo reconocer que me empezaba a preocupar y opté por un plan de choque....
-Te doy dos toreras de las picantorras si me dices de una vez lo que te pasa.....
Mano de santo, le cambió la cara de golpe, se irguió y se acomodó en el borde de la cama con las patas colgando
-Ponte cómodo –me dijo- porque la historieta es, como diría Irene, de traca.
Parece ser que de un tiempo a esta parte, Rosita le hacía ojitos de una manera descarada. Él, todo inocente y nuevo, porque hay que decir que es muy nuevo en estos temas, cayó rendido ante los encantos de la muy perra, ojo que no es un insulto. Rosita es una perra de peluche que habita en mi habitación.
A lo que vamos, que se lo cameló. Le mostró su lado dulce y él, en un arrebato pasional le pidió de hacerse novios. Pero no quedó ahí la cosa, el muy simple le prometió la luna, y ella, claro, encantada.
Una tarde cuando ya oscurecía, me pidió consejo para descolgarla del cielo. Naturalmente le disuadí de su idea diciéndole que esa luna es de todos, nadie se la puede apropiar y que si quería regalarle una a Rosita, en el Carrefour, en la sección de los quesos hay un apartado que se llama “Moon section”, a la derecha del todo, donde podía encontrar lunas de todos los precios y tamaños........ eligió la más gorda de todas, ya que era según él, la que más se identificaba con el amor infinito que la profesaba.
Aparte de lo que costó conseguirla, la luna, hay que ver lo que ocupa y esto último fue lo que en definitiva provocó el llanto y la desazón de Pipo.
Como yo le he dicho “todo es muy bonito hasta que deja de serlo”. El día que le entregó la luna, Rosita más ancha que larga, les contó a todos los peluches de la casa lo que el “loco” de Pipo había hecho por ella, pero claro, las cosas no son como empiezan, sino como acaban y esto no podía acabar bien.
Lo primero de todo, las lunas no se apagan, no tienen interruptor, siempre están encendidas y una cosa son las primeras noches durmiendo a la romántica luz de la luna, y otra muy distinta tener que taparla con una manta porque con esa puta luz no hay quién duerma.
Lo segundo, ¿vosotros sabéis lo que ocupa una luna gorda como la que eligió Pipo?
Ya os lo digo yo, ¡¡¡una barbaridad!!!!
-Aparta la luna que no me deja ver la tele.
-Quita ese trasto de ahí que tengo que barrer.
-Pero como me tiene la lunita dichosa, cualquier día la tiro por la ventana.
Naturalmente los ánimos se van encrespando hasta que ya no se aguanta mas y como si la relación fuera una olla a presión, de cocido de sentimientos y sin válvula de escape, estalla violentamente salpicando a todos los que andan alrededor.
La relación de estos dos, por lo que me cuenta Pipo, acabó ayer mismo, poco antes de que me lo encontrara lloroso. Al parecer Rosita, cansada de la luna, agarró un martillo y pim pam, pim pam, la desmenuzó metódica y sistemáticamente al compás del siguiente mantra:
-A la mierda la luna, a la mierda la luna, a la mierda la luna.....
Parece ser que también dijo algunas palabras subidas de tono y dedicadas al “loco”, al que se le había ocurrido regalarle una luna, cuando lo que ella hubiera querido es una tablet para jugar al Candy Crush Saga.
Ya sabéis lo que pasa en estos casos, no te queda otra que escuchar comprensivamente al que ha salido escaldado, eso sí, intentando convencerle para que no se humille ni un ápice más de lo estrictamente necesario.
La verdad es que nos pusimos “moraos” de toreras y en este caso fue él el que al final,
ya más repuesto, me dijo:
-Nandito, tal día como hoy, ayer hizo un año.


No hay comentarios: